Pedro de Ybarra

Pedro de Ibarra o Ybarra, probablemente hijo de Juan de Álava, fue un arquitecto nacido en un año no determinado del S. XVI, en la localidad cacereña de Alcántara. Se trata del principal representante extremeño de la arquitectura renacentista y uno de los mayores arquitectos españoles del siglo XVI. La mayor parte de su labor la realizó durante el reinado de Felipe II.

Aprendizaje

Fue discípulo de Juan de Herrera y colaboró con él en la construcción del monasterio de San Lorenzo del Escorial.

En un primer momento representa la transición de la arquitectura gótica a la renacentista. Ahora bien, al hablar de la apariencia externa e interna de sus proyectos constructivos solía recurrir a los términos «arte y razón», entonces vanguardistas, lo que sirve para definirlo como plenamente renacentista. Se pueden definir como características de su estilo el sentido de la proporción, la grandeza de las dimensiones y la austeridad en la decoración.

Obras

En Zamora, sustituyendo a su padre, levantó el monasterio de la Orden de San Jerónimo. Realizó en 1540la capilla mayor del convento de la Orden Franciscana de Garrovillas de Alconétar por encargo del Conde de Alba y Aliste. Como Maestro mayor de obrasde la Orden Militar de Alcántara, participó en la construcción de su sede, el Convento de San Benito de Alcántara.

Fue designado Maestro Mayor de obras en la Diócesis de Coria, y como tal durante unos treinta años participó directa o indirectamente en casi todas las obras realizadas durante la segunda mitad del siglo XVI en los templos parroquiales, conventos y ermitas de la diócesis. Así, en la catedral de Coria realizó la Puerta del Perdón y en la Concatedral de Santa María de Cáceresdirigió la construcción de la torre en el año 1554. También intervino en la cacereña iglesia de San Mateo. Para la población de Casar de Cáceres trazó los planos de su Iglesia Parroquial.

En Brozasse conserva de su mano la capilla mayor y el claustro del convento de Nuestra Señora de la Luz así como la traza de la iglesia de los Santos Mártires y, sobre todo, la que puede considerarse su obra cumbre, la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, construida íntegramente en piedra sillar.

En Logrosánconstruye la cabecera de la Iglesia Mayor de San Mateo, una joya del gótico rural por la altura de sus bóvedas rematadas con nervadura. Los exteriores rematan en una cornisa con las características bolas del Gótico isabelino.

Obras enteramente suyas son la iglesia de la Asunción y la ermita del Cristo, en Torre de Don Miguel, la iglesia de la Asunción de Valverde del Fresnoy la iglesia de Nuestra Señora de los Apóstoles de Cilleros, pueblos todos de la Sierra de Gata. En la misma zona serrana participó en la mayor parte de las fábricas: iglesia de Nuestra Señora del Buen Varón, en el pueblo deHoyos, la iglesia de la Concepción, en el pueblo de Cadalso, y la ermita del Cristo de la Agonía, en el pueblo de Calzadilla. Otras intervenciones fueron la iglesia de Estorninosy el monasterio de Rocamador, en Valencia de Alcántara.

                                                                          Iglesia de la Concepción en Cadalso

Fuera de la diócesis de Coria intervino en edificios religiosos de las diócesis de Plasencia, de la Ciudad Rodrigo y Salamanca. De estas intervenciones destacan, en Salamanca, la capilla y el claustro del Colegio Fonseca y, en Ciudad Rodrigo, la Iglesia de San Agustín y la capilla mayor del convento de San Francisco.

También intervino en edificios no religiosos, como el palacio de Monterrey, en Salamanca, y los castillos de Portezuelo, Santibáñez el Alto, Moraleja, Piedrabuena (en término de San Vicente de Alcántara),Zarza la Mayor, Herrera de Alcántara y Valencia de Alcántara, en los que realizó una importante labor de restauración.

Las denominaciones de los barrios de Cáceres

En Cáceres, como en otras ciudades, los nuevos barrios se van sumando al tejido urbano, a medida que nacen, con nombres de diversa procedencia ya que la población suele tomarlos sin reglas fijas, aunque, eso sí, cuando menos curiosísimas.

En los primeros tiempos de la entonces villa, siglos XII, XIII y XIV sólo existían dos denominaciones, precisamente Villa Adentro y Villa Afuera. Naturalmente el Villa Adentro era todo lo que contenía el perímetro de la muralla que a su vez se distribuía en Arriba y Abajo, Santa María y San Mateo y la Quebrada o Aljama Judía.

A partir del reinado de Fernando IV empiezan a surgir, no los barrios con el concepto actual, pero sí los centros gremiales que denominarán los sectores de la población con los nombres de sus propias profesiones: Caleros, Picadero, Tenerías, Ribera de Curtidores, Ribera de los Hortelanos, Hornos, Gallegos, Zapatería, plaza del Potro de Santa Clara, Canterías, etcétera…

En otros casos eran los nombres de instituciones, religiosas todas, las que bautizaban los barrios: San Blas, Afueras de San Antón de los Escambrones, San Juan de los Ovejeros, Santiago de los Caballeros, Santo Domingo, Santo Domingo el Soriano, Ejido de los Mártires, Afueras de San Francisco el Real, Las Candelas, San Marcos, San Marquino, San Roque, Santa Lucía, Santa Bárbara, Fátima, San Felipe, Lazareto de San Lorenzo… En muchas ocasiones si el barrio era nuevo, pues Barrionuevo, si en sus cercanías estaba la Real Audiencia, pues La Audiencia, si en la zona se aseaban los moros, calle Moros y si había judíos, Judería Nueva. La topografía también influía pues son muchas las denominaciones geográficas: barrio de la Quebrada, Paseo Alto, subida a la Montaña, Maltravieso, cuesta de la Reina, Peña Redonda, Peña Aguda, Peña del Cura, Charca Musia, Camino Llano, Ríos Verdes…

Varios barrios nacieron por iniciativas privadas o públicas y a ellas deben sus nombres: Obra Pía de Roco, Busquet, Casas de Cotallo, de la Berrocala, Afueras de Carrasco, Casas de don Emeterio, barrio de Llopis Iborra, barrio de Pinilla, Aldea Moret.

                                                          Obispo Manuel Llopis Iborra

La simplicidad del nombre priva en Cáceres y para qué nos vamos a molestar: si se hace un barrio de 300 viviendas, Las Trescientas, si es de 232, las Doscientas treinta y dos, si está lejos y en ese momento hay guerra, Las Malvinas, si están pintadas de blanco y en la ladera de una montaña, La Paloma, si están alrededor de la estación, pues barriada de la Estación. Que las hace Pinilla, pues barrio de Pinilla, y si son baratas, Casas Baratas.

Es curioso pero hay zonas de la ciudad que han sumado nombres de una manera increíble como el de Llopis Iborra que ha tenido también los nombres de: Dehesa de los Caballos, Casas de Don Emeterio, Missisipi, Maltravieso, El Carneril, el Espíritu Santo (simplificado El espirí) todas ellas con explicación popular.

 

 

 

 

 

 

 

El agua ha jugado un papel muy importante en nuestra historia: Charca Musia, lavaderos de Beltrán, La Madrila, Fuente Concejo, Fuente Rocha, Aguas Vivas, Puente Vadillo, Vegas del Mocho y un largo etcétera. Modernamente los nombres se escogen por diversos medios: Los Fratres o Moctezuma en recuerdo del pasado histórico, La Mejostilla, Los Castellanos, El Olivar de los Frailes, La Cañada, La Sierrilla o Casa Plata, por denominaciones de las fincas en las que se asientan. Otros nombres son más prosaicos, como R-66 por el sector del plano o Eroski, que no hace falta explicar. A veces la nostalgia te trae Nuevo Cáceres, evocando aquel Barrio Nuevo del Siglo XV.

No hay que olvidar los otros barrios: Valdesalor, Rincón de Ballesteros o Estación de Arroyo-Malpartida. Barrios de Cáceres que nacen en la actualidad con nombres como Montesol, Proexsa, Macondo, Urvicasa, Universidad, la Sierrilla, Ceres Golf, El Vivero recogiendo nombres promocionales, denominaciones geográficas, actividades, un poco de todo, pero en todos los casos sumando pliegues a la piel de nuestra ciudad siempre vieja y siempre nueva.

Plaza de Garrovillas de Alconétar (Cáceres)

El viajero se siente asombrado cuando entra por primera vez en la plaza de Garrovillas, es una plaza grandiosa. Es el prototipo de la arquitectura rural de la edad media.

Está dentro de las doce mejores plazas de España. No sin razón ha sido utilizada como escenario natural en más un película cinematográfica. Aconsejamos su visita de la estamos seguros quedaran encantados.

Esta plaza, declarada Monumento Histórico-artístico por la Junta de Extremadura, es un espacio abierto de más de 4000 m2 de planta irregular, que servía de enlace o unión entre dos núcleos urbanos, el de la parroquia de S. Pedro y el de la parroquia de Sta. María. Cinco calles dan a la plaza, algunas de ellas todavía jalonadas a la entrada en la plaza por un arco ojival, en los que antiguamente se instalaban los portones para cerrar la plaza y usarla como coso taurino.

Las corridas de toros eran un regalo que hacían los señores de la villa, los condes de Alba de Listes, a los súbditos, por pagar los diezmos. Hoy día todavía se utiliza la plaza  para ese festejo.

Los soportales de la plaza están apoyados en columnas de granito y arcos de medio punto construidos en ladrillo. En la planta superior, una galería de ventanales, también formados por columnas y arcos. Desde el terremoto que se sufrió en 1755 la plaza es una arquería en difícil equilibrio.

Algunas de las casas de la plaza son del S. XV, de trazado gótico y con influencia mudéjar, pero la mayoría son de los S. XVI y XVII. Son admirables las chimeneas, hay una monumental de dos cuerpos.
En la plaza encontramos el poste del cabildo, lugar en que antiguamente se reunían los clérigos de las muchas capellanías, vicariatos y cofradías.

A la derecha del poste del cabildo, una preciosa casa gótica, con un doble ventanal rematado por un escudo heráldico de los Perero.

Y uno de los edificios más significativos que dan a la plaza es el Palacio de los Condes de Alba de Liste, antiguos señores de la villa. Hoy en día este palacio es una Hospedería de lujo que merece la pena visitar u hospedarse en ella. Garrovillas contó con afamadas ferias, y este Plaza sirvió para acogerlas, en ella se veían traficantes, arrieros y mercaderes con productos como el cacao, el cuero, el añil, la grana, etc.

Garrovillas era una villa floreciente, contaba por aquel entonces con diez tenerías en las que se curtía el cuero, y veintiséis telares dedicados a tejer lienzo casero.

Como veis la Plaza era tan grande como su floreciente villa, y nos da muestra de lo que fue en otros tiempos la vida cotidiana de sus habitantes.

Presenciar las fiestas taurinas desde los balcones que daban a la plaza era muestra de status social, de señorío. Tanto era así que algunos propietarios vendían las casas pero no transmitían los derechos de vistas, se lo reservaban para ellos e incluso para sus herederos. En la zona este de la plaza se situaban las posadas.

Pero no sólo fiestas taurinas era lo que se veía en la plaza, también representaciones teatrales. A propósito de teatro, debemos mencionar otra joya con la que cuenta Garrovillas: El Corral de Comedias, una preciosidad del estilo típico del Siglo de Oro español, y diferente a los demás corrales por tener un tercer nivel o piso para ver las representaciones.
Afortunadamente este edificio se rehabilitó para su reutilización como escenario teatral, inaugurándose en 1991.

Castillo de Floripes o Rocafrida

Situación
El castillo de Floripes se encuentra sumergido bajo las aguas del embalse de Alcántara desde 1969, en el término municipal de Garrovillas de Alconétar, provincia de Cáceres.

Historia
Fue construido en el siglo XV, hacia el año 1468.

Descripción
Dentro de las aguas del Embalse de Alcántara II se encuentra el castillo de Floripes, o Rocafrida, según documento de Juan II. Sobresale la parte superior de la torre del homenaje, y en años especialmente secos se puede observar la cerca almenada. Su construcción es gótica, aunque procede de una probable turris del Turmulus romano, luego reconstruida por árabes y cristianos. Sirvió de localización de leyendas cantadas en romances y referidas indirectamente por Cervantes en dos pasajes del Quijote.

Estado de conservación
Se encuentra en estado de ruina progresiva.

Visitas
El acceso es libre cuando lo permite el nivel de las aguas.

Protección
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

La leyenda de Floripes

Era señor del castillo el famoso Fierabrás, rey de Alejandría, que disputaba a Carlomagno el imperio del mundo. Llevaba en su compañía el soberbio agareno a su hermana Floripes, bellísima princesa, tan andariega como apasionada, de la que estaba perdidamente enamorado el rey, su hermano, lo que no era cosa del otro jueves, tratándose de sectarios de Mahoma. Mas en ella no hacían mella los fraternales galanteos, porque a su vez estaba loca de amor por uno de los paladines de más renombre en el mundo caballeresco, súbdito y pariente del soberano francés, llamado Guido de Borgoña, a quien había admirado en batallas y torneos, el cual correspondía a la pasión de la encantadora princesa.

Ocurrió que en una sangrienta acción, cayó Guido herido y prisionero del muslim, a la vez que otros caballeros cristianos, a los que retuvo consigo; pero percatado de la inteligencia erótica entre aquél y su hermana, y ardiendo en rabiosos celos, los relegó a todos al castillo del Puente de Mantible, edificado por un famoso mago, con el propósito de que consumiesen su vida, sobre todo el borgoñón, en la más oscura de sus mazmorras.

Era alcaide del castillo un morazo fiel a su persona más que un lebrel, llamado Brutamonte, al que encomendó con especiales prevenciones la custodia de su rival. Pero husmea Floripes el paradero de su amado, sin cuya vista no concibe la existencia, y seguida de tres de sus camaristas, se ausenta de los reales de su hermano, hacia la cárcel del de Borgoña. Llegan cerca de la torre en una noche sombría, y alumbradas por teas, que ellas mismas empuñan, y dejándose en las breñas de la loma encajes y brocados, suben hasta la fortaleza.

Brutamonte dales el «¡quién vive!» Ellas le responden. ¡Son mujeres!… Baja la poterna, y reconoce a la hermana de su amo y señor. ¿Cómo negarle hospitalidad? Pero la dama, con más enjundia y resolución que fueran de esperar, saca instantáneamente un puñal y lo hunde en el corazón del alcaide, que muere en el instante. Apodérase de las llaves, abre candados y cerrojos, y por una escala que arroja por la boca de la mina, ganan la salida de aquel antro el intrépido Oliveros, el infante Guarinos, Ricarte de Normandía y Guido de Borgoña, a los que Floripes invita a tomar armas y caballos, temerosa de que su hermano venga y los inmole.

Y vino en efecto, sospechando el embebido de la escapatoria de la aventurera dama, y comprendió que ella había sido la matadora de Brutamonte, al reconocer el puñal que permanecía incrustado en la herida de éste… y cuando se enteró de que Floripes permanecía dentro, dueña del castillo, con los cuatro caballeros, se mesó las barbas de desesperación, y juró hacer en ellos ejemplar castigo, poniendo sitio a la inexpugnable torre, que cuando no por otro medio, se rendiría por hambre.

Los sitiados, que llegaron a estar famélicos, convinieron en la necesidad de salir de aquella situación y dar cuenta a Carlomagno, del trance en que sus mejores paladines se encontraban, y por suerte correspondió salvar el campamento musulmán y dar cuenta al emperador de todo, a Guido, que salió de la torre por una puerta secreta.

¿Salvó los reales de Fierabrás? ¿Llegó sano y salvo a la corte del francés? ¿Fue hecho prisionero y pereció a manos del rey de Alejandría?…

Cada una de estas preguntas, era una espina clavada en el corazón de la agarena beldad. Pero el éxito coronó sus deseos. Carlos vino con sus huestes, venció a la morisma, cogió prisionero y mal herido a su monarca; rescató a sus sitiados vasallos, al par que a Floripes, que entregó su blanca mano al apuesto Guido, y tutti contenti… tutti menos el cautivo Fierabrás, que murió desesperado.

Y esta historia, aunque no tan cabal, es repetida por las gentes de la comarca; habiendo quien ha visto alguna noche luces misteriosas en los desmoronados paredones de la torre y oído lamentos desgarradores que salían de sus concavidades. Indudablemente de ellos… de Brutamonte y de Fierabrás, cuyas almas vagan reclamando a Alá venganza de sus desventuras, entre las seculares ruinas; como hay también quien, al salir el sol el día de S. Juan, va al Hondo de Rochafría, a ver flotar sobre las aguas los barriles que el rey de Alejandría tiró al río desde el puente famoso, al considerarse vencido, en donde guardaba aquel bálsamo que todo lo sanaba, y que tanto soponcio deparó al buen Sancho Panza al tomarlo, como antídoto contra las contusiones que le ocasionaron los apaleamientos de los bellacos de la venta.

P. Hurtado: Supersticiones extremeñas. Anotaciones psico-fisiológicas. Huelva: [s.n.], 1989; págs. 74-77.